
El arco iris del Navarco
Este es un viaje al interior de una fotografía viviente: una familia neocampesina que emprende una travesía desde la ciudad al campo, con el fin de encontrar un nuevo estilo de vida fundamentado en la soberanía de las decisiones. Una historia de resiliencia, valentía, amor y esfuerzo de Juan Carlos Alzate, Martha Muñoz Artunduaga y su hijo Camilo.
Nombrada como La Colina, esta finca es un territorio escondido; una piedra preciosa para la conexión con la naturaleza en medio de montañas, que se levantan como guardianas del río Navarco, este hogar ha sido construido por manos artesanas, planificadoras y pacientes. Los guardianes de este nido, la familia Alzate-Artunduaga, nos cuentan la historia de un mundo posible, de la vida que transmite la esencia del ser en el hacer.
El artesano de la madera, Juan Carlos, construye objetos de valor sea una lámpara o una estructura para la casa. Sorprende encontrar este oficio tan antiguo, que reivindica el trabajo con las manos. Este arte noble nos invita a una pausa: reconocer la importancia de pensar primero para el hacer y el crear, ambos infaltables en nuestra vida.
El día puede comenzar con la calidez del sol al despuntar, acariciando la vegetación cargada de rocío, o con su intensidad en el atardecer en el que, como espejo, se reflejan todos los colores del arco iris que pinta el paisaje bajo la mirada apacible de quien lo disfruta.
El tiempo pasa rápido contando historias alrededor de un buen plato de comida. Los recuerdos llegan con una taza de café viendo hacia el infinito desde el balcón de la casa o caminando la quebradita que atraviesa el territorio. La conversa se hila en la huerta, en el corral de los animales, en el taller de madera, y en los jardines de plantas medicinales y ornamentales de Martha. Se respira armonía y tranquilidad. La despedida se abraza con la promesa del regreso.



